Por Manuel Adolfo Esparza Navarrete

Quienes me conocen podrían pensar que el inicio de mi carrera fue cuando ingresé a la Oficina de Averiguaciones Previas de Ciudad Juárez, Chihuahua en 1991, sin embargo, este no es el inicio de mi carrera, esta étapa de mi vida inicia mucho antes.
Reflexionando sobre mis inicios en el campo de la Investigación Criminal, me remonta muchos años atrás de lo que yo consideraba mis primeras actuaciones, me lleva a mi infancia, si, increíblemente me lleva a mi infancia, puesto que desde pequeño me convertí prácticamente en la sombra de mi padre, era como muchos, me encantaban las series, las películas, pero yo tenía algo más, algo más allá de la ficción, conocía a los verdaderos detectives en mi localidad, pasaba tiempo con mi padre en la zona centro de Ciudad Juárez, un lugar donde bien se vendía un chicle o se planeaba un robo, pasábamos horas en ese café del centro, de ahí, mi padre conducía a las oficinas de Gobierno, el era abogado penalista, yo un compañero que bien lo seguía a los tribunales como a las oficinas de los cuerpos de seguridad, era algo curioso, un niño en ese gris mundo de víctimas y criminales, recorriendo pasillos que otras personas comúnmente no conocían, desde los 8 años conocí ese mundo.
Ciudad Juárez era más pequeña, contaba con delegaciones de Policía Municipal, extrañamente con un cuerpo de Policías Rurales, la Policía Judicial del Estado y la Policía Judicial Federal; de igual manera un grupo de Agentes del Ministerio Público que operaba en lo que era prácticamente un pasillo de la Dirección de Policía Municipal que se encontraba en la denominada “Cárcel de Piedra”, una vieja prisión construida en 1943.
Me asombraba la velocidad de algunos al pisar las teclas de sus máquinas, tomando denuncias, declaraciones o elaborando algún oficio, ahí, se decidía el destino de los clientes de mi padre, se van o se quedan.
Conocía también otras oficinas policiales, me convertí desde niño en una especie de testigo de la historia delictiva de mi Ciudad.
Yo recorrí los pasillos internos, las celdas, los espacios que llevaban desde los patios a las oficinas de comandantes, desde ese entonces recuerdo paso a paso cómo evoluciona la función policial, pero ¿cuál es mi más marcado recuerdo? El temor que los delincuentes sentían de la Policía, porque no era respeto, era miedo, no es algo grato para recordar, pero deben comprender, eran otros tiempos.
Conocí distintos espacios donde se instalaron las oficinas del Ministerio Público y las distintas policías, la Policía Rural desapareció, el pasillo del Ministerio Público paso a un nuevo edificio frente a la cárcel de piedra, ambos en Avenida 16 de Septiembre y Calle Oro, ahora era el Departamento de Averiguaciones Previas, la Policía Judicial del Estado pasó de ahí a una casa en un espacio frente al Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez, posteriormente al Centro Comercial el Paseo, y de ahí a un nuevo edificio en el Eje Vial Juan Gabriel, donde aún se encuentra, pasando después por un tiempo a una antigua bodega y compartiendo nuevamente con el Ministerio Público las instalaciones en la zona de San Lorenzo.
De la misma manera sucedió con el Ministerio Público y la Policía Judicial Federal, pasaron de una pequeña oficina en el Centro de Readaptación Social para Adultos a una casa asegurada a una persona acusada por narcotráfico, donde, en lo que era una cancha de frontón, tenían enjaulada un águila como mascota, para después pasar a otra vivienda incautada en el Fraccionamiento Lomas del Rey, por último pasaron a ocupar las instalaciones de los que fuera el Banco de México en Avenida Hermanos Escobar y Avenida Lincoln.
¿Porque hago este quizá aburrido relato a Ustedes? Porque proporciona contexto a esta historia, por mucho tiempo yo aseguré que las experiencias, sucesos, historias e investigaciones en las que participó mi padre y, por consiguiente, su sombra, fueron trece años de formación para yo convertirme en abogado, nada estaba más alejado de la verdad, estos 13 años de observación y en ocasiones, ya como Universitario, de opinión, me preparaban para algo que no imaginé, ser Investigador Criminal.
Lo hago también porque sería imposible recordar todos los casos, pero de una cosa estoy seguro, Don Cuco, El Sr. Medina, El Bola de Humo, El Chivo, Pando, El Brandy, Mota, Marco Polo, Elias, Pichano, Ruvalcaba, Villita, Alvarado, Herminia, Lolo, Don Elias, Guillermo González Calderoni, Ranulfo Galindo, los Hermanos Caballero, y muchos otros funcionarios que ahora con el paso de los años no recuerdo, pero de quienes cierro los ojos y veo sus caras, me conocieron cuando yo no sabía que algún día pisaría esos cubículos como aprendiz y luego como investigador.