Y POR ELLOS QUIEN HABLA?

Por Manuel Adolfo Esparza Navarrete

Como investigador de homicidios aprendí que la perdida de la vida en circunstancias naturales o violentas trae consigo un enorme dolor para familiares y amigos del fallecido, y en el caso de una muerte violenta, no importan las causas, para ellos es una pérdida irreparable.

De esa misma manera, nosotros debemos investigar sin que las causas nos generen un prejuicio, no podemos, no debemos dejar de lado nuestra misión de buscar la verdad y dar a esas víctimas sobrevivientes la mínima satisfacción de ver el caso resuelto y al responsable tras las rejas, aunque esto no devuelva al ser querido.

Si este es nuestro objetivo, nuestra meta, nuestra obligación, no solo con esas personas allegadas al occiso, sino con la sociedad a la que debemos dar tranquilidad de que el o los criminales ya no son un riesgo ni causarán más daño, que sucede en las fiscalías a lo largo y ancho de nuestra bella y generosa República Mexicana?

En que momento decidimos que la vida de un ser humano por cuestiones de edad, género, sexo, credo, oficio, profesión, orígen étnico u otras circunstancias vale o es más importante que otra?

Esta pregunta vino a mi mente al conocer en medios sobre la muerte de un infante y, por lo poco que se del caso, intuyo que no pasará nada, que esa pérdida será una más de las innumerables muertes de niños e infantes que quedan en algun cajón de las Fiscalías.

Acaso la vida de esos niños no es tan valiosa o importante como los magnicidios, feminicidios, homicidios de abogados, periodistas u otras personas que quedan clasificadas en parrafos anteriores? Sin restarles importancia obviamente.

En alguna ocasión comente con una persona ajena a mi trabajo como investigador y aun opino lo mismo, si crearamos una fiscalía para atender delitos contra menores de edad y se conocieran las cifras reales de estos delitos, sin mencionar los nombres de las víctimas por respeto, la Ciudadanía quedaría verdaderamente boquiabierta e impactada.

Pero por ellos nadie habla, ni los que deberían de hacerlo, que tristeza y pesar saber que existe ese nivel de impunidad y que el tráfico de influencias, la corrupción, la ignorancia y la indolencia reinan por encima de la verdad y la justicia.

Creo y es mi opinión que, quien se da permiso a si mismo para agredir de cualquier forma o privar de la vida a un niño es un ser vil y sumamente peligroso, porque su acto no tiene justificación alguna y se lleva a cabo sobre la persona de un pequeño ser humano inocente e indefenso.

Hoy más que nunca cobra vigencia la frase con la que cierro mis intervenciones.

Porque todas las víctimas cuentan o no cuenta ninguna.

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