EL PRIMER CASO DEL FISCAL ESPECIAL

Ya había regresado a Ciudad Juárez de mi Comisión en la Agregaduría, ahora llevaría mi labor de enlace con las Autoridades de Estados Unidos desde México, como comenté anteriormente, la Fiscalía Especial para la Investigación de Homicidios de Mujeres, es producto de un doloroso trance para una familia, tiempo atras algunas ONG´s habían solicitado la creación de dicha Unidad de Investigación, presencié varias manifestaciones y escuche los reclamos que le hacían a mis jefes, sin embargo, ellos no cedían.

Una mañana de invierno, se presentó en la Subprocuraduría Zona Norte el Procurador del Estado, sostuvo una reunión con varios de nosotros, al salir de la oficina y pasar a la sala de espera, ya se encontraban varios medios de comunicación a la espera de lo que sucedería a continuación, encendierón cámaras y micrófonos, toda la atención se centro en una mujer que a llanto abierto se postró de rodillas frente al Fiscal del Estado suplicando que encontraran a su hija, las imágenes eran impactantes, la madre de una joven con reporte de ausencia o extravío que tenía varios días sin retornar a su hogar, esto llamó la atención del Procurador que se centró en el caso, unos días despues, se localizaba el cuerpo de la joven en el «Valle de Juárez», la naturaleza había actuado y la identificación fue compleja, pero cuando se conoció su identidad, ahí se recibe la instrucción de crear la Fiscalía Especial, era Febrero de 1998.

Se destinaron recursos materiales y humanos para la Fiscalía, sin embargo, se desvirtuó su función, tan pronto se abrieron las puertas, la división de homicidios aprovecho la confusión y volcó un sinnumero de averiguaciones inconclusas en la nueva Unidad de Investigación, el común denominador entre los casos de homicidio, suicidio y muertes accidentales, la víctima era del sexo femenino, aunque el nuevo organismo tenía como principal objetivo los casos no resueltos que tuvieran características similares al de la joven del valle, esto no importó, para algunos de mis compañeros fue un desfogue poder quitarse de encima todos esos casos, la nueva Fiscalía nacía con rezago.

La Titular de la Nueva unidad, Maria Antonieta Esparza, compartía su apellido paterno conmigo, sin que fuéramos parientes, fue apoyada por las Organizaciones que exigían justicia, pero este apoyo fue efímero, meses después, se nombraba a una segunda Fiscal, Silvia Loya Miyamoto, eficiente Funcionaria de transición, durante su encargo, colaboré con la Unidad en el Programa ViCAP, que apoyaba el FBI, esto contó para el siguiente paso.

Una mañana de Septiembre, recibí la llamada de mis superiores, se me informaba que, a partir de esa fecha, era yo el Fiscal Especial para la Investigación de Homicidios de Mujeres, no sabía que pensar, estábamos a semanas de que entrara en funciones el nuevo Gobernador, no sabía si esto era un ascenso o un castigo.

De pronto recibí el primer llamado, aborde mi unidad y recorrí velozmente la distancia entre la Fiscalía y el centro de la Ciudad, al dar vuelta sobre la avenida principal, como fondo, vi las luces rojas y azules que destellaban sobre los vehículos que ya se encontraban tras las cintas de acordonamiento, después de cruzarlas, al abrir la puerta, me llegó de golpe el inconfundible olor nauseabundo de la mezcla entre agua, orina y lodo característicos de esa angosta calle que agrupa bares, hoteles y algunos restaurantes de no muy buena reputación, caminé cuidadosamente para no salpicar, más de lo inevitable, mi calzado con esa mezcla única que describí anteriormente, llegué al siguiente cordón, la zona crítica, donde al cruzar el caos desaparece, detrás de la linea roja solo esta quien debe estar.

Era la entrada a un hotel, ahí se encontraba el dependiente consolando a una joven que era quien había descubierto el cuerpo, me indicó a donde dirigirme, al llegar a la habitación, otra cintilla impedía el acceso, al interior, debajo de un camastro, sobresalían los pálidos pies de un cuerpo, la escena hizo que se me erizara la piel, sentí escalofríos, llegaron los detectives y el perito, revisamos el lugar, encontramos unas prendas de vestir, unas botas de senderismo y, al mover el camastro, el cuerpo pálido de una joven que visiblemente no era de por estos rumbos, alta, de tez muy blanca, ojos claros, rubia, con una expresión congelada en su rostro combinación de seriedad y miedo, una expresión que reflejaba lo que sintió en los últimos segundos previos a que cesara su vida.

Era algo extraño, no se observaban señales de que haya existido una lucha entre ella y su agresor, no había mayor desorden que el de las sabanas y las cobijas en la cama, había una ventana abierta, al observar a través de ella, se podía ver un estacionamiento y, metros más abajo, sobre el suelo, un bolso de mano con objetos esparcidos alrededor del mismo, inmediatamente le pedía un compañero que bajara y lo trajera, al regresar, traía en sus manos el bolso y una bolsa plástica amarilla con restos de comida en su interior, esta y el bolso de mano, así como algunas pertenencias, estaban salpicadas con una salsa picante verde que era parte de los alimentos semi consumidos que se encontraban en la bolsa plástica, y ahí entre todo lo que mi compañero traía entre sus manos, estaba una identificación de los Países Bajos, cuya foto mostraba un rostro vivo y sonriente que contrastaba con la expresión de la joven que yacía en el suelo de la habitación 21, sin embargo, era ella, expresiones distintas de un rostro, pero sin duda la misma persona, teníamos una posible identidad y una llamada que realizar a la Embajada en la Ciudad de México, una llamada que originaría una búsqueda al final de la cual, una pareja, a miles de kilómetros de distancia de mi ciudad, recibiría una noticia que no solo les cambiaría la vida, sino que apretaría su alma de una manera indescriptible.

Revisamos de nuevo el lugar, revisamos el cuerpo de la víctima, en su cuello, se apreciaban unas marcas tenues de color violaceo que contrastaban con el blanco de su tez, marcas que evidenciaban la probable causa de su muerte, alguien, su agresor, había apretado su cuello hasta escuchar su último aliento, ordené el traslado del cuerpo que, horas más tarde, sobre una fría plancha de acero, sería examinado minuciosamente por el médico, quien confirmaría la causa que, de manera preliminar, inferimos de su muerte.

Vimos salir del hotel la camilla en que trasladaban la bolsa negra en que se colocó el cuerpo, ya en el lobby del hotel, pregunte al encargado «Que fue lo que sucedió, cuando entró ella al hotel y con quien venía?». el encargado del hotel, no de muy buena gana, respondió, «Ayer en la tarde llegó Roberto, el pidió el cuarto 21 como siempre, después, hoy en la mañana Roberto salió y pago dos días más del cuarto, cuando la muchacha fue a limpiar encontró el cuerpo y bajo llorando aquí conmigo, véala como esta.», en ese corto relato había dos cosas que llamaban mi atención, le llamó «Roberto», y refirió que pidió la habitación 21 como siempre, era cliente habitual, pedí el registro de huéspedes y efectivamente, ahí estaba el nombre escrito, Roberto Flores, después pregunte al encargado «Como es eso de que pidió la habitación 21 como siempre?, a lo que me respondió, «Roberto, siempre pide la habitación 21, 221 o 321 y si no están listas no se queda.» Inmediatamente pedí a los policías a mi cargo que buscaran en otros establecimientos , al hacerlo, encontramos que, Roberto, frecuentaba los hoteles del centro de Ciudad Juárez y era conocido por esa extraña costumbre, era el hombre que pedía la habitación 21.

Reunimos a varios de los encargados que conocían a Roberto, lo describían como de complexión atlética, de edad aproximada de 30 a 35 años, tez morena clara, cabello oscuro, ojos rasgados, nariz recta, 1.76 metros de altura, acné en la cara y una cicatriz en la mejilla derecha, le pedimos al artista forense, que nos apoyara para elaborar un retrato hablado, cuando los testigos coincidieron, teníamos el rostro del asesino de Hester, con esta imagen y los datos que teníamos de Roberto, acudimos ante un Juez, quien días después nos entregaba la orden de aprehensión en contra de «Roberto Flores», este era, según mi experiencia, el primer mandamiento judicial que se expedía con base en un retrato hablado y sin mayores datos de localización, en ese momento, la cacería del hombre que solo conocíamos por los datos obtenidos de unos cuantos testigos, iniciaba, empezamos a buscar en México y Estados Unidos al victimario de la mujer en la habitación 21.

Se revisaron cientos de registros, se contrastaron historias y buscábamos a quien los testigos comentaron manejaba un Tracto Camión, un Mexico Americano que después de varios esfuerzos no podíamos localizar puesto que nos faltaba información para ubicarlo con precisión, años después, 16 para ser exactos, a través de un televisor, en el retiro, observaba a Ramiro Adame López alias «Roberto Flores» mientras era escoltado por Policías Norteamericanos para ser entregado a los Agentes Mexicanos a mitad del puente internacional, tras un breve proceso recibía una sentencia de 35 años de prisión por el homicidio de Hester, irónicamente, a la opinión pública se le manejaron «otros datos», hay una discrepancia en la historia, se habla de una orden de aprehensión posterior a la que nosotros obtuvimos, quizá una modificación a la original donde ya se plasmó su verdadero nombre o donde se incluyó como alias para cumplir los requisitos de la deportación o extradición, lo cierto es que, después de 16 años, el mandamiento judicial que nadie menciona y nosotros obtuvimos, la culminación legal de la investigación previa a la detención y enjuiciamiento del asesino, se cumplimentaba, es extraño como la historia, los años y la búsqueda de una gloria efímera borran detalles de mi primer caso, es extraño ver como otras personas terminaban lo que yo inicié, mi primer asunto como Fiscal Especial, queda pendiente una platica, una entrevista con Roberto, quien ahora compurga su sentencia, tengo una hipótesis de lo que sucedió al interior de la habitación 21, solo Roberto tiene la respuesta, espero algún día me la revele.

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