Es difícil para mi entender porque hay personas que desean relacionar los casos con la política, sin embargo, también es difícil comprender porque se presentaban asuntos tan aberrantes al tomar posesión los Gobernadores en Chihuahua, porque no es el primer caso, pero si uno difícil de aclarar.
Recien había tomado posesíon el Gobernador del Estado, era 1998, despues de los casos de Hester y Rocio, recuerdo que estaba en mi casa, me disponía a descansar, era de noche, de pronto escuche el tono característico del móvil de mi trabajo, respondí sabiendo que tenía que salir rapidamente a la calle.
Recuerdo claramente las direcciones del radio operador, «Toma la Avenida de los Aztecas, llega a la calle Pavo Real y da vuelta al poniente, sube hasta donde esta el tiradero municipal», una clara referencia al relleno sanitario, no era la primera vez que se localizaba un cuerpo ahi, al llegar y tomar el camino sin pavimentar, a mi izquierda vi las luces donde se congregaron mis compañeros, sin embargo, algo llamaba mi atención, habían dirigido el frente de los vehículos en una misma dirección y en círculo.
Lo que encontraría al bajar de mi unidad, al centro de las luces de los automotores me impresonó bastante, no me sorprendía con facilidad, pero este caso era uno de esos que se quedan en la memoria de quienes trabajamos con la muerte.
En el suelo de tierra, sin sus ropas, se encontraba el cuerpo de una mujer, boca arriba, se veían lesiones en su cuerpo, la habían azotado, su cabello lleno de una mezcla entre sangre, tierra y parte de su masa encefálica, su craneo destrozado por una piedra de aproximadamente 20 kilos que habian dejado caer sobre ella, se distinguían plenamente los hilos de sangre, gruesos y delgados que formaban un patron triangular desde su cabeza y se abrían hacia atras producto del ataque, su cara estaba desecha, en su espalda se apreciaban de mejor forma los azotes que recibió probablemente con una manguera, tambien se distinguían en su torso y sus piernas las marcas amoratadas de los neumáticos del vehículo que pasaron sobre ella. Su cuerpo fue trasladado al Servicio Médico Forense, al analizarlo y revisar minuciosamente, se localizaron pelos en sus manos, en un último momento había arrancado evidencia de su agresor, sin embargo, no era cabello, eran pelos con una morfología distinta, el laboratorio nos indicó que eran pelos axilares, su agresor debió estar sin camisa o con los brazos descubiertos hasta el hombro, no era mucho, pero teniamos algo.
Se presentó un hombre a identificar el cuerpo, buscaba a su esposa, ella respondía al nombre de Maria Eugenia Mendoza, al verla supo que era ella, no había duda, el sujeto alto, atlético llevaba puesta una camiseta de tirantes, no le cubria los hombros ni las axilas, desafortunadamente se convirtió en un primer sospechoso, lo investigamos, pero científicamente la evidencia que tomamos de las manos de la víctima no coincidía con su cónyuge.
Maria Eugenia era la primer víctima de una serie de sucesos violentos en los que localizaríamos otros cuerpos con cierta periodicidad, sin embargo, su muerte fue sumamente violenta, no puedo dejar de pensar que pasa por la mente de las víctimas en sus últimos momentos de vida, es imposible comprender la soledad, la angustia, la desesperación y el sentimiento de abandono, aunados al dolor que infligen la violencia física y moral, todo este remolino de pensamientos y emociones que muy probablemente destrozan a cualquier ser humano, eso es lo que imagino, todo esto mientras el agresor cegado por el poder y la sed de sangre arranca el último suspiro de su presa.
La pistas eran muchas, la información demasiada para procesar en unos cuantos días, un Chevrolet Nova de modelo antiguo que resultó ser un Dodge Dart, ambos compartían ciertas características, eran muy parecidos; los pelos localizados en las manos de la víctima, la evidencia localizada en el cuerpo y alrededor del mismo, todo era un acertijo complejo.
Maria Eugenia, fue la primer víctima.
Manuel Esparza Investiga 